El hombre de negocios y el pescador
Un hombre de negocios paseaba por un pueblo costero. Al acercarse advirtió la presencia de un pescador que descansaba con restos de pescado recién devorados. ¿Ha tenido buena pesca?, le preguntó el hombre de negocios. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: Sí, ha sido buena pesca. El hombre de negocios miró el reloj: Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?.
Extrañado, el pescador le preguntó: ¿Para qué?. Pues porque así tendría más pescado, respondió el hombre de negocios. ¿Y qué haría con él? Con estas tres piezas tengo suficiente, afirmó el pescador. Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo. ¿Para qué?, preguntó el pescador, incrédulo. Para tener más dinero. ¿Pero… para qué?. Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita. ¿Y para qué?. Pues... para poder pescar mayor cantidad de peces.
¿Para qué?. Así podría contratar a algunos hombres. ¿Para qué?. Para que pesquen por usted. ¿Para qué?. Para ser rico y poderoso. El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: ¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?, asintió el hombre de negocios. Así podría disfrutar la vida y descansar cuando quiera. El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: ¿Y no es precisamente eso lo que estoy haciendo ahora mismo?
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